Combinemos un género prácticamente muerto, una compañía relativamente nueva cuyos trabajos anteriores fueron juegos de segunda, y una licencia sin exprimir desde hace catorce años. ¿Cuál es el único resultado posible?
Pero ahora combinemos una compañía relativamente nueva formada por los que hicieron grande a ese mismo género y una licencia de un juego que aún habiendo pasado catorce años sigue teniendo una legión de fans. ¿Cuál es el único resultado posible?
Veamos la respuesta en esta review de Sam & Max... ¡en cuatro cómodos episodios!
Episodio I: Las aventuras gráficas son un ascazo
No todas. Sólo las de los últimos años. Afrontémoslo: es un género maldito. Ya sólo le hacen caso los nostálgicos que en su día disfrutamos de las aventuras de Sierra o LucasArts, que seguimos dando oportunidades aunque sabemos qué vamos a obtener a cambio: ganas de vomitar.
Los otrora grandes maestros hoy están prácticamente desaparecidos: Tim Schafer creó un juego genial al que nadie ha jugado (excepto yo), Charles Cecil (Carlos Cecilio para los detractores) haciendo juegos horribles (El Código da Vinci, ese juego que no puedes mirar directamente sin quedarte ciego) y dicendo paridas una tras otra, y Ron Gilbert sin distribuidores.
Y hay un montón de gente que desea ser el salvador del género, desea ser el creador de ese juego que devolverá el esplendor perdido. Intentan desesperadamente aplicar fórmulas extrañas a sus juegos como si de un desfibrilador se tratase.
Fallan, generalmente, en que piensan que este género debe contar historias sin más y se dedican a hacer películas interactivas. Después se acuerdan de que esto es un juego y hay que añadir un poco de dificultad si no quieres que los jugadores se lo acaben en una hora y meten puzzles que no vienen a cuento, y que en lugar de pensar que tienes que resolver un crimen (por poner un ejemplo) piensas que tienes que descifrar unos símbolos que parecen hechos por un niño de tres años, sólo para abrir una caja fuerte.
Y se equivocan ya desde el principio: la persona que va a resucitar el género soy yo.
En esto que llegan unos tipos con experiencia, que saben cómo se deben hacer las cosas y se sacan de la manga un juego de Sam & Max (ah, sí, esto era una review del Sam & Max, ya no me acordaba). Su fórmula no consiste en cambiar el género, si no cambiar la distribución: aventura en peqeños episodios que se descargan de Internet.
Episodio II: El perro y el conejo
Telltale Games, después de interrumpir las (según cuentan) correctas pero simplonas aventuras episódicas de Bone, se refugiaron en otro comic para intentar cosechar un gran éxito. Además, el trabajo de Steve Purcell ya había sido adaptado anteriormente de forma genial en este mismo género.
La cosa va de Sam, un perro antropomorfo, y Max, un conejo loco, hiperactivo y violento, que son un par de policías freelance que se dedican a resolver casos surrealistas y que parecen tener un fondo común.
La gracia reside en los delirantes diálogos: llenos de comparaciones absurdas por parte de Sam y de soluciones violentas y/o amenazantes por parte de Max. Te partes de la risa cuando tratan de obtener información de la rata que vive en su apartamento o cuando tratas de comprar algo al tipo de la tienda que está en la misma calle.
El problema, efecto secundario de cargarse la figura del distribuidor, es no tener una traducción: me he perdido la mitad de las coñas del juego. Aunque mi nivel de inglés no es malo, tampoco es tan bueno como para pillar los chistes en las enrevesadas frases de Sam.
Y el guión parece quedar un poco cojo cuando el juego es tan corto como cualquiera de los episodios; al terminar cada uno de ellos te quedas con la sensación de que podía haber sido mucho más.
Eso sí, cada capítulo es más interesante que el anterior, alimentan poco a poco la idea de que el argumento va a algún lado. Hasta llegar al momento álgido en el penúltimo capítulo, en el que parodian los videojuegos: los rpg, mmo, Mario (“It's a me, Sam!”) o las viejas aventuras en modo texto (me parto de sólo recordar a Sam y Max de espaldas en un fondo negro leyendo un texto que describe la situación en la que se encuentran).
Episodio III: Estética
No voy a hablar de los gráficos, que son simplemente correctos. No hay que pedir más a un juego de estas características.
Quiero hablar de la estética. Esa oficina y ese coche (un De Soto) estilo años 60 y esos personajes en plan dibujo animado. Están muy logrados, consiguen recuperar nuestros recuerdos más nostálgicos de la anterior en unos gráficos 3D y sin destruir la imagen que durante tantos años perduró en nuestra cabeza.
Sin embargo el echo de que sean aventuras episódicas nos trae otro problema: en cada capítulo nos encontramos con que hay cuatro escenarios comunes (la oficina, la calle y las dos tiendas) y un par de escenarios propios del episodio. Con esto no se nos da la posibilidad de hacer grandes exploraciones del terreno y hay que recordar que esa es precisamente una de las bases del género.
Episodio IV: Vamos cerrando que se nos hace tarde
Las conclusiones las podéis sacar por vosotros mismos: nos encontramos ante un buen juego, una aventura gráfica de la vieja escuela, que tiene un lastre tremendo en el hecho de que vaya por capítulos.
El argumento, los escenarios o la cantidad de objetos que se recogen (nunca se llega a llevar más de cinco o seis objetos) se ven claramente mermados por ello.
Por eso, ahora que Telltale ya ha confirmado que harán una segunda temporada, pido desde aquí que se planteen un pequeño cambio. No voy a pedir que dejen de hacerlas por episodios, porque seguramente no puedan hacerlas de otra forma, pero sí podemos llegar a un acuerdo: nos dais un par de capítulos menos pero que sean un poco más largos.
A lo mejor así no nos sabría a poco (pero eso sí, de calidad).
PD: Como ya comenté, Sam & Max fue en primer lugar un cómic (recopilado en un tomo titulado Surfin' the Highway, que está totalmente agotado) y luego un juego. A parte del merchandise (posters, camisetas, gorras...) hay también una serie de animación de mediados de los noventa. Un consejo de amigo: no caigáis en la tentación de bajarla y verla.
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